3 de febrero de 2016

Una moda jodida


Es extraño esto de las modas, da igual lo que duren, a qué vertiente hagan referencia, o sobre qué se posen, pero el caso es muchas veces, esperándolas o no, nos sorprenden. Hace nada leo en un artículo que a una película que, quizá no sea una obra maestra, pero que se acerca a la obra de arte, se la mete en la categoría de cine viagra, un simple insulto vacío y carente de significado y pruebas que sostengan el argumento –pruebas reales claro, inventadas puede haber hasta la saciedad. Pero bueno, de esto ya me he quejado en otro lado –que se hará público la próxima semana–; a veces es difícil contenerse.

A todo esto se suma ahora una extraña moda; la de estar jodido. Sí, estar jodido, ya sea por el trabajo, o por no encontrarlo, por perseguir a la tía/tío equivocado/a, o por encontrar de repente un hueco interior que no es otra cosa que un vacío existencial; esto en personas que nunca han tenido uno, ya fuera por madurez, por edad, o por no pararse a pensar nunca en algo que distara más allá de su campo de visión (o a dos palmos de sus narices). Es curioso y gracioso. Bienvenidos al mundo, bienvenidos a la vida.

Puede que todos nosotros seamos otra generación perdida, ahora posmoderna y en un mundo superpoblado, de gente, competitividad, oferta y demanda. Y no es cuestión de refunfuñar, de buscar respuestas en el fondo de la botella (ahí no hay nada, salvo el culo de la botella, el culo del mundo), ni de realizar montajes hollywoodienses en una mente que ve todo a través de un prima paranoico, uno que le hace ver que todo ser viviente está en su contra y por ende que respira por él/ella. Aquí cada uno respira por y para sí mismo, que no es poco.

Quien se dé de bruces por primera vez con esa negrura interior solo encuentra algo que otros muchos ya hemos paladeado y superado, y cuando vienen más se vuelven a superar, son los baches de la existencia, simple y llanamente. A quienes no, a esos afortunados, enhorabuena, solo espero que esas reflexiones no lleguen al final y acaben como los protagonistas de La Juventud.

La paciencia, e incluso el pasotismo, el tomarse la vida con más calma y relajación, pueden ser armas muy poderosas. Hay quien revienta a la mínima, hay quien lo hace cuando una mísera gota colma un vaso enorme de mierda y salpica a todo dios. Yo creo que cuanto menos lata el corazón por gilipolleces, más viviremos, porque las hayamos padecido o no (espero que no, nadie), solo con pensar en desgracias ajenas, problemas de verdad, uno se da cuenta de que los mayores problemas de las vidas cotidianas de la gran mayoría son simplemente eso, estupideces.

Porque al final pesa mucho más una sonrisa que una lágrima (a no ser que sea de felicidad; entonces su valor y peso son infinitos), y es mucho más hermosa y trascendente, y simple y perfecta. Dediquémonos a sonreír más y a poner menos caras de mala hostia, y sobre todo, aquellos días en que no logramos encontrarle el sentido a la vida, tan solo compartamos tal sentimiento con la persona que esté a nuestro lado, porque si tampoco lo hace ya seremos dos, y así el veneno se diluye más fácilmente, pero más que por eso, porque quizá pueda darnos esa palmadita en la espalda, pueda dedicarnos esa sonrisa que nos empujará en la dirección correcta, en la de la respuesta, y tal vez mañana sea uno mismo quien ayude a un igual a hacer lo mismo.

En fin, que menos modas negras, absurdas e insultantes, y más fijarse en la belleza que existe en la cotidianidad –sí, hay más en lo espontaneo, lo extraordinario e incluso en lo caótico, pero también en el día a día–, que aunque esté algo escondida, si uno sabe mirar, la ve con claridad. 

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