3 de mayo de 2016

Desde el cubil #2. El mundo editorial y sus malditas dificultades

Cualquiera que hoy pretenda ganarse la vida como “artista”, viviendo de sus obras, sean cuales sean las que expulse su cuerpo en forma de torrente artístico, sabrá lo complicado –casi utópico– que resulta. Hoy he sabido de un artista de Valencia que puede presumir de ganarse la vida con sus lienzos, es decir, que no solo practica su arte en los ratos libres mientras dedica el resto de la jornada a echar horas en un almacén, una tienda, un bar, un supermercado o lo que sea, sino que representa su sustento. Esto, hoy en día, es todo un logro y un motivo de alago.

Existen toda una serie de complicaciones que llevan directamente a la ansiedad, a la desesperación y, en casos extremos, a la renuncia. Para evitar esto quizá lo más sano sea que cada uno realice su arte por necesidad, para sí mismo y aquellos que le rodean, sin esperar nada a cambio –mucho menos una cuantiosa compensación económica por sus grandes esfuerzos que le permita vivir de ello; que lo haga, como siempre se ha dicho, por amor al arte. 

Para el que pretenda ser escritor, o sea, que además de darle al teclado pueda ganarse el pan con ello –un escritor profesional, podríamos decir–, la cosa está igual de jodida. Editoriales, concursos, autopublicación o coedición, revistas, etc. Por dónde empezar…; uno encontrará mierda en todas partes. 

Con las editoriales muchos recomendarán que, por difícil que pueda parecer, cuando uno esté en posesión de un manuscrito terminado y listo para ser lanzado al mercado –según su criterio claro– debería apuntar directamente a las más grandes. Lo normal será que tras el envío no reciba respuesta alguna o, en todo caso, una en forma de negativa: que ahora mismo dicha propuesta no encaja en su línea editorial (esto podrá suceder aunque el escritor se informe de por dónde van los tiros en dicha línea y su propuesta sí se ajuste, es una de las excusas estándar y más cómodas), que han revisado minuciosamente la propuesta pero actualmente no están interesados –por revisar minuciosamente que uno no entienda que se han leído el manuscrito al completo (o si pedían los primeros capítulos, éstos), no; yo con esto entiendo que han leído el correo electrónico y el título de la obra y han desestimado la oferta (como muchísimo me atrevería a decir que quizá habrán ojeado las dos o tres primeras páginas)– o negativas similares. Que nadie se alarme, existirán editoriales que sí cumplan con lo que “prometen” en sus páginas web, en los apartados en los que incitan a los autores a enviarles sus obras y probar suerte. Habrá algunas que lo harán y por problemas reales se verán en la obligación de rechazar las obras; no pasa nada, es comprensible, el mundo es así. Y por supuesto, las negativas podrán venir tanto de las más grandes como de las más pequeñas e independientes.

La realidad es que uno no puede culpar, enteramente al menos, a las editoriales, porque cabe recordar que aunque traten con productos artísticos al fin y al cabo no son más que negocios que buscan una rentabilidad. Tratarán de vender por el nombre del autor o por el contenido comercial de su obra. Y este es otro punto: muchas no aceptarán manuscritos no solicitados, porque no se arriesgarán con un novel cuyo nombre no venderá una miseria. Si se logra pasar el umbral del nombre y apellido vendrá la otra evidencia; que antes se publicará una basura literaria por centrarse en un tema popular o de moda y que será del agrado del gran público, que una obra de mayor calidad pero de dudoso éxito comercial  –cuántas obras maestras hay por ahí hoy en día que deben agradecer el poder existir al atrevimiento de algún editor que decidió arriesgar, porque muchas son densas, pesadas, extensísimas, y de autores que en el momento de la publicación no eran nadie; y hoy en día son eso, obras maestras de calidad intachable, que no comerciales. Sin ir más lejos, que alguien me diga si La Broma Infinita, de David Foster Wallace, por poner un ejemplo más o menos reciente, es comercial. Es un libro que se le atragantará al noventa por ciento de los lectores, pero no por ello deja de ser una obra maestra–. Sí, es una putada, pero también una realidad; las editoriales al igual que los autores tienen que ganarse la vida y buscan vender, lo que dificulta la tarea a todo aquel escritor que no se dedique en exclusiva a escribir clones de otros éxitos comerciales. 

Cuando no pretendan arriesgarse al máximo probablemente propondrán una coedición. A mí personalmente me ofrecieron pagar poco más de mil euros por la primera tirada de ejemplares. Cualquiera que haya publicado es probable que desaconseje esta opción, porque rara vez se logrará ganar como para siquiera recuperar la inversión. Decidí rechazar la oferta por dos motivos: porque me pareció un precio excesivo y por principios; cualquiera que acepte está en su derecho y es igualmente respetable. Con la autopublicación más o menos lo mismo; uno se costeará todo y deberá encargarse de la distribución y promoción, y podrá dar gracias si logra vender la primera tirada y recupera la inversión; aunque podrá gozar de ver su obra en las estanterías de algunas librerías, aunque no logre con ello dejar su trabajo para poder seguir comiendo. 

Concursos; miles de candidatos, una competencia más que feroz y brutal, y en la mayoría de ellos se obliga a que la obra se presente en exclusiva, es decir, no vale solo con que sea inédita, sino que además se exige que no esté pendiente de fallo en otro concurso. Si tenemos en cuenta que el plazo de un certamen literario puede cerrarse en abril y que el fallo quizá sea en septiembre u octubre, esto obliga a poder presentarla solo a dos o tres concursos por año. Creo que si se pudiera presentar a cien anuales seguiría siendo complicadísimo tener oportunidades de ganar, así que imaginaos. Y claro, tener también en cuenta el posible tongo que pueda haber por tema de enchufes o favores, por mucho pseudónimo o plica que se emplee en el proceso o por mucho anonimato que rodee al jurado; en el corrupto mundo que habitamos, como para fiarse. 

Después quedan las revistas, los portales web y muchos etc. Algunos son una buena manera de publicar de forma pequeña y sin remuneración –al menos llegará a un público mínimo– pero muchos, no entiendo porqué, tendrán un apartado instando a que uno envíe sus propuestas, ya sean relatos o artículos, aludiendo a la brevedad de una certera respuesta, cuando después pueden tardar meses en hacerlo o, directamente, pasar por completo; cosas que no logro entender. Sin ir más lejos, unos meses atrás dediqué demasiadas horas a escribir un artículo para enviarlo a una revista de renombre como propuesta de colaboración. En la página web de la misma, como suele suceder, el apartado correspondiente instando a hacer lo que hice. El resultado fue que a los diez minutos de enviar el e-mail (mi artículo tenía alrededor de cinco páginas) me respondió la responsable para tales casos dándome las gracias y recalcando que actualmente no buscan nuevos colaboradores (obviamente, si lo tienen tan claro, no debió de abrir ni el archivo); un sinfín de respuestas hostiles se me pasaron por la cabeza, pero ¿para qué?. Mi pregunta, ¿por qué cojones no cambiarlo antes de que la gente pierda un tiempo que podría emplear en otra actividad? Falta de interés y profesionalidad, imagino. 

En el mundo editorial muchos aluden a unas cifras escandalosas. Se dice que se publican alrededor de 80.000 títulos al año solo en nuestro país, uno en el que al parecer cada día se lee menos. Joder, al final habrá casi más escritores que lectores; el mundo se ha vuelto del revés. Puede que las dificultades vengan de que uno tenga en su posesión una mierda de manuscrito y sea incapaz de verlo –o se niegue a hacerlo– y los editores sí se percaten al echarle un vistazo. Como algunos profesionales del sector aseguran, lo que sucede es que es “facilísimo” ponerse frente al portátil y comenzar a teclear cualquier incoherencia que se extienda hasta el infinito, por lo que muchos se creen escritores cuando ni por asomo lo son. 

Quizá lo que yo escribo sea también más mierda en un cajón a punto de reventar –el editorial–, pero al igual que hace todo pseudoescritor o cualquiera que crea serlo, seguiré insistiendo a través de múltiples canales, esperando a que algún día suene la campana. Y desde aquí animo a cualquiera que se crea escritor de verdad a seguir haciéndolo, porque todos sabemos los años que le costó a J.K. Rowling publicar el primer volumen de Harry Potter tras coleccionar cientos de rechazos, y actualmente es la escritora que más dinero ha ganado (escribiendo) de la historia. Cuántos editores se habrán echado las manos a la cabeza después del brutal éxito internacional; desde aquí mis irónicos saludos a esos tipejos. Si incluso Hemingway cosechó múltiples negativas, un Premio Nobel de Literatura, nada menos.  

El mundo es complicado, solo cabe resistir y persistir. Y el que no sepa si su manuscrito es una mierda o no, que pida opinión a sus allegados antes de colapsar el sistema. Le mentirán intentando acariciar su ego, pero si uno sabe mirar atentamente localizará la mentira en una mirada o en un tono de voz que trata de no herir. Si se tiene amigos sinceros de verdad, tanto mejor, porque cuando alguien te dice sinceramente "Esto no lo veo" o "Esto no me acaba", o directamente, "Esto es basura", y a dicho comentario le sigue una crítica constructiva aunque negativa, lo agradeces, porque sabes que es la pura verdad, una que te ahorrará muchas molestias y pérdidas de tiempo.  

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