6 de junio de 2016

Qué sinsentidos


Qué sinsentido, todo esto. Qué cúmulo de fuerzas, de intenciones, de logros y fracasos. Cuánta energía reunida, cuántas palabras han surcado el viento, llegando a muchos oídos y calando hondo. Cuántos pequeños momentos de alegría y felicidad surgidos de la nada, cuántas carcajadas acumuladas hasta hacernos estremecer y doblarnos por la mitad, temiendo partirnos o ahogarnos al quedarnos sin aliento. ¿Qué les pasa a esos momentos? ¿Por qué de pronto desaparecen todos los males, todos los malos pensamientos, los miedos e inseguridades y únicamente nos concentramos en lo más simple, que es a la vez lo más importante? Creo que si pudiera ser siempre así olvidaríamos todo lo negativo, perderíamos el miedo a la muerte y a la ausencia y renunciaríamos a la búsqueda de cualquier paraíso, porque ya viviríamos en él. No habría guerras ni luchas, no habría desigualdades, ni violencia ni odio. El mundo quedaría semi vacío, pero solo permanecería lo mejor. 

Qué sinsentido esto de la felicidad que va anclada a la simplicidad, de ser conscientes de que quizá nunca logremos trascender, de que somos una pequeñísima parte del todo, y aun así pensar “¡Joder, qué más da, no podría ser mejor!”. Así somos las personas, tan inconscientes, tan libres y alocadas, tan certeras en ocasiones. 

Creo que lo mejor viene cuando logramos desconectar, cuando conseguimos dejar de pensar y dejarnos llevar, dejarnos fluir, sintiendo menos con la mente y más con el corazón. Y no nos engañemos, esa frase no pillará a nadie por sorpresa, pues es muy sencillo escribirla, más aún formularla en voz alta, pero más complicado aplicarla a la vida real, pues rara vez se consigue dejar todo atrás para solo sentir sin pensar demasiado. Puede que solo sea uno de tantos imposibles que perseguimos las personas, pero esperemos que ahora que brilla el sol de nuevo, que las lluvias quedan atrás y el calor vuelve a inundar las calles, esa misma fuerza posea nuestros cuerpos y libere nuestras mentes. Que esta vuele libre y bien alto cuando el cuerpo es castigado; que esta siga soñando cuando pasemos horas encerrados por algún motivo, para sacarnos a nosotros mismos hacia adelante, labrándonos un futuro, cada uno a su manera. 

Nunca nos cerremos las puertas ni nos pongamos barreras, porque solo así, cuando llegue el momento, podremos despegar de verdad. Cuando seamos libres por fin, cuando las metas se vean ya cercanas, a nuestro alcance, esa felicidad volverá a darse en todo su esplendor y simplicidad, y las heridas sanarán y las cicatrices pasarán a un segundo plano. Volveremos a reír, volveremos a vivir momentos tan pequeños que se tornarán extraordinarios por su propia carencia de un sentido para ser. 

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